domingo, 24 de marzo de 2013

GRUPO DE POESIA DE LOS SÁBADOS 23-03-2013





GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA 
(Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO 107, 16-03-2013
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa

Dibujos: Miguel Oscar Menassa

SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS.

Todas las noches, desciendo a visitar mi cuerpo.
Es una esfera complicada,
donde la veracidad del encuentro,
subyace entre oscuros rincones.

Un empecinado refugio de horas muertas
calma el dolor de existir,
escondiéndonos de un quebranto
que son nuestros cuerpos,
afanados en la lujuria de un sentir inmaculado,
donde invocamos ese desvarío,
tratando de alcanzar el perímetro de la piel
que nos separa de un mundo sumergido
cuando ya no queda otra verdad que
nuestros cuerpos destruidos.

Somos, a decir verdad,
ese fragor de antiguas batallas
que se recuerdan en la lejanía
de la noche, cuando un viento
viene atormentar la paz del reposo,
la tranquila  muerte avenida
después de un goce
donde el amor
es refugio de nuestros miedos.

Miguel Martínez Fondón.


SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS.

Cuerpo mortal, que te empeñas en negarlo.
Surcos, colágeno que cae reverenciando al tiempo.
Y todo es ritmo lento, para alargar las horas
y posponer la llegada a la meta.

Yo te imagino, muerte, no como dama triste,
sino como un guerrero con su talón de Aquiles.
Tu madre te tomó por ese pie al hundirte en
inmortal río.
Tu punto vulnerable,  es tu amor a tu madre.

Quizás me engaño pensando que si amaste a madre,
también podrás amar a una mujer.
Quiero creer que podré seducirte,
robar un día más a tu ceguera arrasadora.
Quiero creer que podré subyugar
tu sed de sangre de decapitaciones con mis besos.

Pero igual llegarás, igual serás tú el que tome mi cuerpo
en copulación última y lo vire al gusano. No me importa,
si me dejas vivir sin que el tiempo sea ratón que roa,
o ácido que corrompa, si me dejas vivir lejos de tu reinado
de amargas destrucciones,  llamándote tan solo
para puntuar el verso o separar los cuerpos amantes
hasta el próximo encuentro.
 Entonces, serás mi héroe,
no habrá caídas, y moriré de muerte,
con la cabeza alta,
quizás algún dolor pequeño para rendir culto
al gran dolor de saber que acabaré en tus brazos,
más tarde o más temprano,
con mis células íntegras,
sin el trueque falaz de enfermar para negar
que estás enamorado hasta los tuétanos de mi cuerpo,
y que algún día, tu amor me extinguirá, por demasiado intenso.

Yo, por si acaso lleno los papeles de versos.
 La poesía es para mí ese río de inmortales efluvios
donde calé mis huesos
y  al verso no hay nada que lo roa o lo corrompa.
Otra vez te ganamos, terrible guerrero.
Sea quien sea el muerto, siempre vence la letra.

Alejandra Menassa de Lucia.




Sobre la destrucción de nuestros cuerpos

¿Se destruye lo que se destruye
o lo que se destruye
es lo que imagino destruyéndose?

Ayer temía que mis ojos no viesen más las estrellas
que mis manos perdiesen su fortaleza
que mi corazón no palpitara y me descomponía.

Hoy canté y no vi más que belleza y luces
que le daban luz a mis ojos, fortaleza a mis manos
y hacían que mi corazón saltara de alegría.

Que no sea obligatorio morir destruído o destruyendose
que mis manos sean mis manos sobre tu piel
produciendo sonidos.

Los cuerpos sólo se destruyen
cuando la ingravidez de las miradas teje
la inexistencia de una piel extendida sobre la tierra.

Cruz González Cardeñosa


SOBRE LA DESTRUCCIÒN DE NUESTROS CUERPOS

Toda crudeza
aparece obstinada  
flagelando
rebeliones injustas
confines aseguran ataduras
que reine la mudez.

La distancia
castiga mi cuerpo y tu voz
que sucumban
que se rindan.
Absortos en vasta planicie
los días caminan
hacia el infinito.

Hoy cosechamos nueces
y es la vida
cosechamos las últimas calabazas
y es la vida
revive la fuerza telúrica de los ancestros
muertes
carne de nuestra carne
y es la vida.
el sol acaricia las espaldas
clava dagas al corazón palpitante
y es la vida.

Y asì
En magnánimos atardeceres
tu me dictas
escribo
mira còmo yerro
mìrame.
Asì
ensangrentada y loca
me apropio de los bordes del planeta
y desde allì
todo tiempo
soledad
lucha
antes
ahora
todavìa
la vida
la muerte.
Sobre la destrucción de nuestros cuerpos
Me enamora tu destino inmortal.

Rosalba Pelle


SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS

Esta mañana
el embrujo del fuego
no podía escribir
ni llorar
ni respetarse a sí mismo.

Cuando ya nadie se conocía
y éramos victoria,
Cuando palpitaba la ira airosa
de las amapolas
en los ojos del tigre que habitan la
catarata del petróleo,
vi las imágenes de los cuerpos aniquilados,
habían asesinado
a mi pueblo,
a unos niños junto con su padre,
a las mujeres modernas.

Habían saqueado los edificios y matado al dirigente
habían reducido a cero la manifestación.

Y ahora, nuestro ser era invisible.
por el odio y el rencor,
por las palabras que se apostrofan
por el rugido de la noche de los desamparados
por la putrefacción de la ideología
que dicta la melodía del horror.
Un llanto de desgracia que el hombre
es capaz de hacer desparecer
sin amigos ni cobardía
en la locura de la muerte.


Virginia Valdominos


SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS.

Se extiende este cuerpo entre formas inciertas,
acallando a quien pide un mar para plegar los sueños.

La propia piel,  se revela en la dicha de una boca
que muda de sangre,  escribe secretos con la lentitud del tiempo.

Cuerpo  transparente que transita la noche
con el reflejo de la búsqueda tatuado en la cintura.

Tibia pasión clamando entre tardes matinales,
destino del penúltimo instante.

Soledad Caballero Castro.



SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS


Nada sabíamos de aquel sortilegio
que los antiguos conjuraron
con sus ruegos y misterios.
Bebíamos de los frutos más secretos
los néctares acuosos
destilados en los labios de aquellos
que tenían para nosotros
un nombre y un camino
antes de ser hombres.
Estábamos en el aire, en las flores,
nuestra piel y nuestros huesos
se debatían en los círculos concéntricos
de misteriosas metamorfosis.
Nuestro destino era repetir el fin
antes de todo principio.
Precipitados sobre nosotros mismos,
longevos de tanta eternidad,
prescrita ya la altanería
del fuego inicial,
conjuramos la mortalidad
en la perduración de nuestras voces.
Empeñados en ser uno y los mismo
comíamos nuestros últimos productos.
Caníbales de la desesperación,
la obesidad rampante de nuestros corazones
daba a la cultura un nombre
que hacía pasar por genuina
la falsedad de las costumbres.
Hábito de cárcel, cadalso de altos vuelos,
nos especializamos en la destrucción
de nuestros cuerpos.

Ruy Henríquez


SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS

A las cinco de la tarde olvida el redondel la sangre vertida.
Insisten los acordes del segundero su insolente belleza de taconeo
y la sombra que anticipa el dibujo de tu silueta sobe el escenario
se cimbrea exhalando el humo ardiente del último cigarro en el puerto.

Después de la cinco de la tarde todo lance, vivo o muerto,
será burla del payaso cuerpo imitando el grácil vuelo del trapecista
sobre las garras del suelo, ávido gusano gimiendo su flor de pascua.

Cuando inútil quiere el candelabro dirigir la orquesta de los ruiseñores
la gruta de los elefantes tiembla al compás de la batuta.

¿Alguna vez desnudó un cuerpo al ritmo de los besos?
No quiero hablar de la ética de la destrucción, hoy no. Hoy quiero
desencuentros integrales en la ecuación simbólica de la copulación.

Ese rictus de tu rostro partido en el goce imposible de la voz
ese temblor de cinturón acompañando tu trote de libertad
búsqueda de las bocas ciegas, mirada oceánica del regreso
en el pecho descoyuntado por las frases de un pueblo que compra pan
y a los ciegos les canta milongas sobre la verdad.

Todos fuimos mutilados.
La destrucción del cuerpo es un camuflaje frente a los insectos del sueño eterno.
       
Carlos Fernández            

                 
SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS

Calendarios cromados e irreverentes
Perforan máculas devoradas por el fuego
Máquinas y terraplenes
Largas cabelleras extendidas al misterio detenido de tus besos
Tu cuello de magnolias como un ramillete de flores, abierto a un sinfín de interrogantes...
 
 

Paola Duchên


SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
La ciudad se desvanece como detrás de un ensueño.
Quisiera, estremecida, entregarme al son de la palabra,
habituarme a las infinitas y palpitantes formas de lo humano.
¿Puede alguien decirme hasta dónde una vida alcanza?
Soy un frío que sólo tirita un instante y se desvanece ante una mirada.
¿No iré acaso en una tormenta y creo ir en una onda que habita en el estanque?
Si el silencio se posara en mi boca y mi risa se extinguiese,
el tumulto de mis pasiones rompería las horas y su martillo,
donde los fugaces pensamientos quedaron eternizados,
donde los huracanes son, simplemente, horarios del odio.
Tú eres el futuro que clama por poseer el sentido de mi destrucción,
hazme guardián de tus transformaciones, dame tus ojos
melancólicos y haré una ruta que nadie ha recorrido.
¿Has cerrado los ojos y  no has logrado acallar el murmullo de tu ausencia?
¿Se ha callado tu boca y sigue la pesadumbre del paso del tiempo?
Detengo mis manos entre dos nostalgias y desnuda de mí misma
vuelco  mi nombre sobre la desesperación de las alas y vuelo.
En torno a mi cuerpo la noche está despertando y mi voz
destapa la alegría que late, abrasada de gozo, entre sus límites.
Otros cuerpos se precipitan hacia mi quietud y el tiempo
es, una palabra entre otras palabras, ese fuego del que habla el poeta.

Amelia Díez Cuesta



SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
Estrechas paredes corrompen la virtud,
solitarios surcos donde la macilenta
soledad se cierne en las formas.
Ser transfigurado en amores sombríos
en imborrables imágenes que incendian
océanos abandonados al olvido.
Escucha la demacrada célula de Narciso,
besa la moneda que te pervierte,
aniquila el latido impertérrito
donde el nácar se perfuma
en la pálida ola que destruye nuestros cuerpos.

Helena Trujillo



SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS

En tanto rodamos frenéticamente por las vertientes de la vida,
subsanando equívocos a destajo, remiendos al por mayor...

Dado que nuestro interior se reviste de materia imaginaria,
casi ausente, impregnada de misterios y desconocido poder...

Puesto que la propia imagen resulta ininteligible en general,
exageradamente parca o magnífica en su extensión,

y que todo ser depende de la inexperiencia de su voz,
de ese tímido sollozo que forjó, alguna vez, su eco...

Teniendo en cuenta que somos apócrifa mezcla,
insistente expectativa de libertad, hueco deseo...

La ignorancia ciega nuestros pasos y la carne sufre,
impotente, los ataques del tiempo y su vorágine.

Sobre la destrucción de nuestros cuerpos, nada
corrige el destino, nada sabe el alma y, sin embargo...

Carmen Salamanca 


SOBRE LA DESTRUCCIÓN DEL CUERPO

Hemos vivido tanto tiempo juntos…
tu corazón era mi casa, pequeña, latiente, roja,
he visto con el tiempo como caían algunas hebras de colágeno
y el momento preciso en que abandonaste el calor duro de un rom
y el alba fue un negro despertando tocando un son
que llegaba hasta la costa de mis válvulas enamoradas de mi infancia
teñida de alegrías y cierta insuficiencia
en las cuerdas rojas que gritaban por los litorales
e hicieron de ellas dos fuertes orillas de fusiles
que gobernaban esos raros terremotos,
esos raros sacudimientos que intentaban destruir el orden primordial,
el que se manda solo, el que no necesita mi presencia,
y que descansa sobre mis pies macizos,
aquellos separados de la tierra y hundidos en mi canto.

Estoy de pié, la sangre aún circula,
de sus desnivelados territorios oigo el clamor de tanto en tanto
de idiomas extranjeros saltando las avenidas del escombro,
donde mis pasos son sacudidos por el escalofrío
del que no se sabe dueño de sus noches
y mira con ojos impasibles como ojos de indio,
gobernar la marcha de piquetes y explosiones
que dan sombra a los nervios,
y ríos estancados son un ardor de voces estallando
que unen la dispersa conciencia de las vísceras
ahora sin patrón, desencajadas,
desprendidas del oscuro terrón que las pariera.

Un acuerdo te pido, no quiero que te enfades,
mas bien conserva la perfecta armonía
que junta a dos desconocidos al fin de la jornada.
Crecer no es enfermarse.
Te canto una canción para que te detengas en un dulce soñar
sin tener que pintar de negro el frente de las casas,
abriendo el puño que contiene la vida de los hombres
y dando paso a la vida cotidiana de los ángeles.
Me puedes escuchar entre latidos, sin detener la marcha:
Que sí, que sí, que a los latidos les gusta el grito…
que no, que no, que el grito es sólo una conversación.


Norma Menassa


SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS


Nuestros cuerpos hundidos en cuerpos de ciudades,
inmensos edificios para envejecer dentro. Aniquilar
este montón de huesos, aquellas teclas del piano silencioso,
estos pactos con sangre seca para incumplir.
Y qué si se destruyen las células del pensamiento
y el cuerpo se queda inútil para amar o amasar cuerpos
con rabia de jóven panadero... Y qué
si vamos a morir como perros ladrando a oscuras...
No tengo ganas de estar triste por la muerte
ni alegre por la vida. Trabajar, huir, trabajar y huir
sin saber de qué.
No quiero morir antes de tiempo ni antes
que nuestros cuerpos acaben de destruirse
entre muros y celdas y hojas de papel.
Antes que los antebrazos se peguen al cuerpo
y los muslos se cierren como huchas rotas
mostrando todo su tiempo desnudo
a gente que mira para otro lado.


Kepa Ríos Alday


 
SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS

Una nube de humo atraviesa la antesala de la muerte,
 punto que frena nuestra escalada pertinaz hacia la nada.
Guadaña invisible siega pausadamente piezas de la máquina
cansada de  repetirse, exhausta porque nunca tuvo vacaciones.

Sin embargo, quisiera adaptarme a las flores marchitas
que aún endulzan con sus aromas las tardes de invierno.
Hay frases más altas que un quejido del  cuerpo
que cruje elocuente tallados sus huesos por la mano del tiempo.

Un frío de tumba diré por ejemplo y no habré de sentirlo
porque cuando acontezca no estaré en la escena
ni volveré por las tardes a sorprenderte quieto,
entre la arena del puerto con huellas humanas.


Olga de Lucia

LA DESTRUCCION DE NUESTROS CUERPOS
                             o
           CANCION A MI CUERPO


Un día tocará el adiós, fiel compañero de mi vida,
mi cárcel de carne y huesos, mi gran libertad.

¡Eres de mí tan indisociable!
No sobreviviré, lo sé, a tu partida.
De ti intenté escapar varias veces
mas  siempre terminaste envolviéndome.
Te desprecié, a veces te amé, a menudo de ti me quejé.
Muchos años te soñé bestia y ángel sin poder decidir
y entre dos aguas tuve que vivir.

Reconozco: nos atormentamos a ratos
 a ratos dejamos estallar la alegría.
Hoy, te saludo, mientras lo puedo aun.
De ti, quedarán las  palabras, lo más valioso.
Y un día, cuando de mí intentes escaparte
para siempre, diré:
“Te lo ruego, acompáñame aun un trecho
y si de verdad quieres despedirte: cuanto más tarde, mejor”.

Claire Deloupy





SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
No sabía cuál era el número del sorteo, no había sorteo
que convocara la decadencia que el colorido de su testa detentaba.
La regia corona blanca presagiaba el invierno que acechaba.
Sus células nada sabían de la destrucción
y su instrucción biológica no fue impedimento para que
 en un baile rabioso mitocondrias y nucléolos confundieran su pasión
y se entretuvieran en columpiarse indolentes.
Algún desarreglo invadió su digestión y la respiración, entrecortada,
le sobresaltaba en momentos inesperados, donde antes la brisa brotaba.
Caminaba vacilante, algo de su prestancia se había quedado en el camino
cuando su talla mermó y mantenerse erguido era un trabajo continuo.
Cuando a la mañana se miraba en el espejo las arrugas
se confundían con los pliegues de las sábanas borrando el tiempo
y sus pupilas, aún transparentes, brillaban con la luz de la mañana.
Amaba la vida con tal fiereza que el entusiasmo inundaba el gesto
Que su mano, a veces temblorosa, acertaba a iniciar.
Su voz permanecía clara porque no conocía la vejez y los músculos
de la laringe no sufrían de deterioros complejos,
se entretenía en conversaciones variadas y no renegaba
de los gusanos que en el futuro darían cuenta de su cuerpo.
Había días donde se revelaba contra los prejuicios que asediaban
sus palabras y le hacían pensar que su cuerpo era sólo eso.
El, era un hombre corriente.

Pilar Rojas


SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS


El viento arrastraba todas las ilusiones a un país lejano,
bosques encauzados hacia la sombras,
un oficio locuaz y perseverante que roía los huesos de cantos antiguos,
volcando su desdichada tez al delirio de una vida pasada
que regresaba sin saber,
que el buey más se hunde cuanto más fuerte patea las arenas movedizas.
Un cuerpo que habla nos es un cuerpo,
solo un escenario de cristal sobre la almohada,
sobre la nube impetuosa que descarga su llanto en la arena que limpia el mar.
Es inevitable,
el rasguido final se posa sobre el reloj de la cocina,
se cubre las piernas,
pero el frio tenue y delicado de la caricia angelical
horada cualquier destino que no quiera entregarse a su luz.
¿Quien osa encontrarse con el vacío
sino solo el que mancha una y otra vez tu blancura?.

Susana Lorente